Lindaura Anzoátegui Campero de Campero

CRITICAS LITERARIAS

Fernando Diez de Medina

Lindaura Anzoátegui de Campero inicia el costumbrismo propiamente dicho. Sus novelas cortas y sus cuentos, lo mismo que sus relatos históricos, denotan perspicacia en la sátira social, fino dibujo psicológico, sentimiento estético del paisaje. ¿No ha dicho Joubert que la literatura es delicadeza? Pues bien: la señora Campero es un alma delicada, cuyas obras, sentidas y armoniosamente logradas, contrastan con el barroquismo ambiente. Es “la mejor prosa escrita en Bolivia por pluma por pluma femenina”, afirma un crítico. Por la habilidad con que plantea y resuelve los conflictos pasionales, se advierte un temperamento dramático que no llegó a florecer en plenitud. Huallparrimachi, Una mujer nerviosa, Luis, Manuel Ascencio Padilla y otras narraciones, denotan un temperamento realista y romántico al mismo tiempo, bien controlado, que sortea diestramente las vallas del relato. Otro ensayista apunta: “Maneja bien el diálogo, y es de tal valor plástico, que informa por sí solo de toda la acción y trasluce el escenario o fondo”. Doña Lindaura vió y expresó las escenas habituales de su Bolivia, como la Fernán Caballero transcribió las de su España. Lástima que sus variadas producciones se hallen dispersas, o no se hayan reunido en libros, lo que impide gustar largamente los zumos de su noble ingenio. Fue también poetisa de rara distinción espiritual.

Publicada en Literatura Boliviana en 1982.

Heriberto Trigo Paz
Huallparrimachi es la novela de mayor mérito entre las cinco que escribió Lindaura Anzoátegui de Campero.
Publicada en Potosí el año 1894, sus 160 páginas contienen un relato construido con originalidad y belleza literaria, con habilidad en la manera de encadenar los episodios.
Su fondo es de carácter histórico, con personas reales y de ficción, siendo el principal el poeta quechua que da nombre al libro, Huallparrimachi, hilo de María Lahuaraura, descendiente directa del Inca Huáscar, “partidario decidido de la causa independiente” e “hijo adoptivo” de Manuel Ascencio Padilla y de Juana Azurduy de Padilla.
Doña Juana, heroína americana, entrega a Huallparrimachi un “mensaje reservado”, dirigido a La Madrid, jefe de una fracción del ejército auxiliar argentino en el Alto Perú. En camino, el emisario es ; seguido por un espía indígena, destacado por Remigio Ronsardes, padre de una muchacha de quien está enamorado Huallparrimachi, y cuyas relaciones: amorosas rechaza aquel padre. El espía se finge patriota, y gana la confianza del poeta -soldado. (Ronsardes había obtenido los servicios de espionaje de aquel indígena haciéndole consentir que el incendio de su choza y el asesinato de su familia fueron obra de los patriotas, de los que debla vengarse). Huallparrimachi cumple la misión. Comunica a La Madrid que doña Juana Azurduy de Padilla estima que debe postergar el asalto a la capital Sucre —ciudad que estaba en manos de los realistas—hasta que las fuerzas militares organizadas por ella puedan sumársele. La Madrid está en las puertas mismas de la capital y se traba el combate. Huallparrimachl combate en la vanguardia. La Madrid es derrotado. Se esfuerza en evitar la desbandada de sus tropas, las que, reorganizadas, se sumarán a los efectivos de la guerrillera, a la sazón en Sopachui. Redacta un mensaje, y encomienda su conducción a Leoncio, el indígena espía. Este, en vez de entregar la carta a dona Juana, la pone en manos del jefe realista La Hera. Don Remigio reúne a su gente y va a sumarse a La Hera. Su hija queda en casa, custodiada por un antiguo sirviente. Huallparrimachi logra ver a su enamorada, a Blanca, la hija de don Remigio. En el interin, Leoncio, el indígena espía, descubre que quienes incendiaron y saquearon su casa fueron los realistas, con Remigio a la cabeza. Ciego de odio, el nativo se dirige a la casa de aquél. Pero don Remigio se adelanta en llegar a ella, y, al sor- prender a su hija en brazos de Huallparrimachi, no trepida en dar muerte a ambos. Leoncio arriba luego a la casa, y mata a don Remigio. La Hera y La Madrid se traban en cruento combate en las cercanías de Sopachui. Las fuerzas patriotas sufren tina nueva derrota.
Otra de las novelas de Lindaura Anzoátegui de Campero que aquí deseamos comentar, es la intitulada En el año de 1815.
Esta obra también es de fondo histórico, correspondiente a los tiempos de hierro y sangre de la independencia americana. Trátase de unos episodios de los guerrilleros, teniendo como personajes centrales a Manuel Ascencio Padilla y a su esposa, Juana Azurduy de Padilla, que a la sazón habían sido injusta e inmotivadamente pospuestos por el general Rondeau, circunstancia que aprovechan los realistas para proponer a aquellos “conciliación”. Invitado Padilla a una entrevista secreta, duda el guerrillero i pero acaba aceptándola. Doña Juana es radical y, trata de impedirla. Aquí la autora de En el año de 1815 pone en labios de la gran patriota chuquisaqueña unas palabras elocuentes, dirigidas a su esposo: “Conozco —le dice— la elevación de tus sentimientos, y mi fe es completa en la firmeza de tu carácter y de tus convicciones; pero sé también la astucia, la habilidad que distingue a los servidores del rey. Si su contacto empañara tu honradez, si te desviase la senda del deber, te juro que seré yo quien castigue tu infidencia a la causa de la patria!” Marcha Padilla al lugar de la entrevista, y quédase doña Juana como jefe de los guerrilleros, reteniendo al i emisario realista, capitán Hernando de Castro. Pasan los dias, y una comunicación reservada de Manuel Ascencio a su esposa, en la que le revelaba su plan de engaño a los realistas, cae en poder de éstos, los que, a su vez, urden una treta, según la cual Padilla estaba traicionando a la patria. Transcurre el tiempo, y encontrándose Manuel Ascencio sin noticias de su gente, regresa a su campamento. Apenas llegado a él, sublévanse los guerrilleros, que piden castigo para su antiguo jefe, cayendo en la treta realista. La lucha es patética en doña Juana, esposa del acusado y jefe de los montoneros. Dirigiéndose a éstos, ella dice: “Yo, como vosotros, conozco la acusación (…) y más que vosotros quiero y debo esclarecerla. Soy la esposa del acusado (. ..), pero antes que eso están mis sentimientos por la patria y mis deberes de jefe; en virtud, pues, de mi autoridad y cumplimiento de mi deber, vaya entregaras al sindicado, haciendoos guardianes y responsables de su seguridad y vida, hasta que el juicio militar, que se organizará inmediatamente, le pruebe su crimen y ordene su castigo”. Y dirigiéndose al esposo: “Marcha: Te resta mi cariño, pero mi estimación sólo te será devuelta cuando pruebes tu inculpabilidad” .
Formado el Consejo de Guerra, Padilla no quiso asumir defensa ninguna. Cuando se realizaban los debates, súpose de la presencia de fuerzas realistas, en las vecindades. Interrumpióse el juicio. Con doña Juana a la cabeza, las fuerzas patriotas organizaron la defensa y lanzáronse,luego, a la lucha. Tras duro combate, flamearon las banderas del triunfo para la gente de la causa de la emancipación. Huyeron los realistas, dejando buen número de prisioneros, entre éstos, malherido, el capitán Hernando de Castro, quien poco antes de morir pidió se le perdonase la calumnia por él fraguada contra el intachable guerrillero Manuel Ascencio Padilla.
Desde el principio hasta el final de la obra, adviértese que Lindaura Anzoátegui de Campero ejerció, con buen éxito, una preocupación esencial: exaltar el temple ejemplar de la mujer patriota. La autora de En el año de 1815 expresa que, para escribir estos episodios, se basó en relatos auténticos.
En otro género literario, la insigne escritora tarijeña dejó inédito un trabajo digno de elogio: la biografía del famoso guerrillero Manuel Ascencio Padilla. Esta obra fue presentada, con el seudónimo de “Tres Estrellas”, por los familiares de la autora al concurso literario convocado el año 1909 para celebrar el centenario del pronunciamiento de Chuquisaca (25 de mayo de 1809). Doña Lindaura había muerto once años atrás. El trabajo fue premiado, pero no se publicó.
En la novela, en el cuento, en la biografía, en sus prosas en general, Lindaura Anzoátegui de Campero se muestra sencilla, tierna, suave, sensitiva, y, sobre todo, sincera.
Hay en sus escritos algo así como notas musicales que bien pueden confundirse con los arrullos de una madre. Ejecutoria de nobleza. Un critico literario ha afirmado que su prosa es .Ia mejor escrita en Bolivia por pluma femenina., y otro ha dicho que la gran tarijeña “es un alma delicada, cuyas obras sentidas y armoniosamente logradas, contrastan con el barroquismo ambiente.
La esencia femenina —operante en toda la obra literaria de Lindaura Anzoátegui de Campero -—es muy visible en sus poemas. Sus versos tienen la noble resonancia de una voz humana, de mujer.
El alma sensible de la poetisa, estaba en constante vibración, dando a su lira acentos de ternura. Dona Lindaura fue una lírica, que cantó con acento melancólico, ciertamente, pero también con tono recio, rebelde, de patriótica dignidad. Escribió poesía Intima y sentimental, mas ésto no es lo característico de su arte, que preferentemente tuvo, en el verso, entonación épica. Y es que sus rimas —que son para el amor y para el bien —animadas están por el poderoso aliento que sentía la poetisa por la patria, a punto que no será exagerado decir que la patria absorbió su inspiración. Ante la catástrofe nacional, que fue, para Bolivia, la guerra del Pacifico, la artista amable se yergue sobre su dolor de patriota, no se resigna, no llora, “…que hay cobardía —dice —en el llanto que hoy vierte la mujer”; y canta a la patria, a Sll patria, henchido el pecho de amor y de esperanzas. Confía en el triunfo final. Los dias son amargos y las horas oscuras. Es la “guerra injusta”. No importa. Bolivia se levantará. La patria triunfará. Se diría que, como en la leyenda de Tirteo, Lindaura Anzoátegui esperaba que al son de los versos patrióticos la nación iría al triunfo. Aquí hay que advertir que en el trazo artístico no aparece ni rencor, ni humillación. Hay dignidad de patriota de verdad, dignidad de mujer superior, dignidad de poeta. Ni sensibidad excesiva o afectada, ni sequedad. Dignidad, y, con ella, dulzura, espiritualidad. ¡Si hasta parece que, entre lágrimas, sonríe la inmortal poetisa’… Léase su poema Bolivia. El traduce cierto orgullo espartano y su autora asume actitud de estoica serenidad, dando una lección de altivez y energía, de dignidad y valor, amén de la sobriedad y la austeridad de las estrofas.
Ese y otros poemas patrióticos, presentan a Lindaura Anzoátegui de Campero envuelta en valor de héroe. Sí, de héroe; pues no se olvide que, mientras ella así cantaba, su esposo, el general Narciso Campero, recogía en los campos de batalla del Pacífico la bandera de la patria cubierta de sal1gre Y polvo.
Eso revela el singular valor de aquella mujer patriota, esposa y madre. Su postrer pensamiento debe haber sido para su pueblo, que ella lo quería alegre, sin penas ni aflicciones. La última palabra que musitaron sus labios fue: ¡patria! …

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