Augusto Guzmán

CRITICA LITERARIA

Por Fernando Diez de Medina

En la biografía —donde se advierten las huellas de Ludwig, Lyton Strachey, Zweig, Maurois— han aparecido tres vigorosos libros de Augusto Guzrnán: El Kolla Mitrado, amoroso y bien logrado retrato del obispo Cárdenas, misionero, escritor y luchador de singulares condiciones, que llega a ser obispo de Asunción. “Una de las mentalidades más aptas, claras, y poderosas de la Iglesia americana, que sobresalió por su vivacidad poética, su ironía y su sabia interpretación de las escrituras». Tuphai-Katari, ágil evocación del caudillo indio que se alzó contra el yugo hispano de su tiempo y de su dramático fin. Baptista, estudio histórico, crítico y psicológico del gran político conservador. Guzrnán no quiere ser el biógrafo deslumbrador de las grandes revelaciones, sino el paciente y verídico reconstructor del pasado. Su temperamento de paisajista, su conocimiento de la psique nacional en sus modalidades de clase y de región, un fino sentimiento poético, una ejemplar tenacidad de investigador, enaltecen estas biografías, que tienen el sello de un escritor de raza.
No se ha detenido Guzmán en lo biográfico. Ya mencionamos su Prisionero de guerra, trozo ardiente de vida. Es autor también de Motivos del Cristo viviente, prosa mística lírica de hondo subjetivismo. De Historia de la novela boliviana , trabajo esforzado de compilación y crítica somera, muy útil como obra de consulta. La sima fecunda, su obra primigenia, es una novela encantadora de tono menor. Por sus página todo ajusta en armonioso ritmo: tema, intención hilo narrativo, estilo y personajes. Novela descriptiva, típicamente regional, donde la fuerza tremenda de los “yungas” de Cochabamba asoma con sus vahos y nieblas sofocantes. Un canto panteísta. Es el drama del vegetal que empequeñece y desintegra al hombre, el heroísmo de la criatura humana frente al pavor de la naturaleza virgen. La Bolivia ignorada y remotísima, que evoca las potentes y angustiadas sensaciones de otra vorágine telúrica. Un romance de amor, de fragante seducción, ilumina esta linda obra, que se diría una hermana menor de la María de Isaac, llena de anhelos románticos y de fragancia provincianas. Augusto Guzmán acaba de publicar Gesta valluna, exaltación de la proeza y del espíritu de las tierras media. Este libro corona una noble consagración a las letras. Todo en él es completo: fondo, forma la pasión con que vibran sus páginas, los primeros del estilo. Tan adentrado anda el autor en su tema, que se siente un viento valluno, bravío y tierno, soplando de paisajes y hombres con esta nobleza ancestral que sólo da la ternura terruñera. Es un brevario de cochabambino, acuciosidad crítica prosa segura y musical. Es estudio histórico y, al mismo tiempo, un sonata de lírica esperanza a la tierra, de sus mayores. Un gran fresco sociológico y poético del valle.
He aquí un escritor singularmente dotado, con todos los atributos de creador vocacional. Un día sale de Totora un joven provinciano a conquistar Bolivia y la conquista. Periodista, parlamentario de fuste, biógrafo, ensayista, narrador, crítico, el totoreño tiene su sitial propio en esta “Generación de la fe” a la que él ha dado el brillo de su talento múltiple. Humanista y socialista a un tiempo, Guzmán es el prosista claro, entrañable, que siempre llega al fondo de los seres y de las cosas con su don simpatía, con su sentido irónico de la vida, con su noble y difícil sencillez de lenguaje.
Augusto Guzmán, siempre fecundo, publica dos obras menores: una Antología colonial bien espigada, y En la ruta del indiano, notas viajeras. Parece que el vibrante autor de Gesta valluna quiere hacernos aguardar, todavía por esa “opus magna” que todos esperan de su inteligencia creadora.

Publicado en Literatura Boliviana en 1982

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