Roberto Prudencio Romecin

CRITICAS LITERARIAS

Roberto Prudencio uno de nuestros primeros críticos, dice con justeza de Arguedas: “Llega a ser el historiador máximo de Bolivia sin poseer dotes ningunas de historiador».
Roberto Prudencio es uno de los adalides de la Escuela Vernacular. Filósofo, ensayista, crítico de arte, una vasta cultura le ha permitido avanzar paralelamente en la difusión del pensamiento occidental y en la creación de los estudios nativos. Escribió mucho y profundo, sin llegar, por desgracia, al libro. Es el ensayista de mayor vuelo, el más avisado espíritu crítico de su generación. Los mejores estudios interpretativos de Goethe, Simmel, Keyserling, Spengler, Ortega, Heidegger, se deben a su pluma. Es autor de dos ensayos analíticos sobre Poe y Baudelaire, que firmaría el mas exigente investigador europeo. El movimiento indianista le debe admirable trabajos acerca de la Colonia, la influencia del espíritu kolla en la nacionalidad, de la pintura indohispana, del mestizaje como fuerza sociología, de la urgencia de crear un sistema de valores autóctonos que sustituya los viejos patrones de occidente. El indianismo espiritual, iniciado por Tamayo en 1910 con un planteamiento irrealizable, halla en Prudencio intérprete más juicioso, que elude el resentimiento étnico y busca la exaltación de los vernáculo como una filosofía práctica, como reacción étnica y estética frente al desorden boliviano. Cultiva con raro acierto la investigación histórica, la crítica de arte, el ensayo filosófico y literario, distinguiéndose por la sagacidad del análisis y el poder de síntesis de su estilo. La cultura occidental y el orbe americano nada tienen que ocultarle: por ello nos habló con igual maestría de la pintura de Goya o de la estilística del arzobispado Moxó, de la irreligiosidad del pensamiento moderno o de la génesis de las ideas políticas en nuestra atormentada historia.
Prudencio se ha prodigado en tal forma en la cátedra, en la crítica, en la polémica, que lo mejor de su obra se dispersa en revistas en diarios, en conferencias. El inquietador, el removedor de ideas, han inmolado al escritor. Pero deja dos grandes surcos en el movimiento vernacular: es el fundador del moderno método científico en historia y en filosofía, y el creador de la revista Kollasuyo, el hecho más importante de la cultura nacional en los últimos diez años. En este nombre, que simboliza un renacimiento del alma boliviana bajo el signo del ancestro. Prudencio resume su tarea múltiple de pensador: no sólo por sus medulares investigaciones, donde con esa “segunda vista histórica” de que hablara el maestro reconstruye épocas y ambientes; no solo por su laboriosa exégesis y revalorización de nuestros clásicos; no sólo por sus magníficos ensayos de estética y literatura, sino por el fervor con que acoge y proyecta la obra ajena. Sus mejores ensayos: “Reflexiones sobre la Colonia” y “ Sentido y proyección del Kollasuyo”.
Nuestro inolvidable Roberto Prudencio, que en vida nunca publicó un libro a pesar de su abundante producción en el ensayo y en la crítica, renace en las páginas de sus Ensayos literarios publicados por su familia, reuniendo magníficos estudios sobre Poe, Baudelaire, Goethe, crítica de los valores, sentido y proyección del kollasuyo, y otros trabajos sobre filosofía, arte, literaria, historia. Ha sido, tal vez, el valor más descollante de la Escuela Vernacular. Original en sus planteamientos, diseccionar de temas, personajes y prejuicios, Prudencio por la hondura de su escritura, por el rigor de su formación intelectual, por el vigor de su prosa, fue insuperable en el análisis crítico, pudiendo medirse con los maestros europeos del género del género. Sus ensayos soberbios desde todo ángulo de observación, podrían haber sido firmados por Jaeger, Lesky, Muschg, Rousseaux, Blanchot, Boisdeffre o Claude Mauriac. Esperemos que su familia recopile y edite sus numerosos ensayos que dispersos en diarios y revistas constituyen un patrimonio invalorable de la cultura nacional. Pensador y crítico insuperado, Prudencio debe quedar. Y quedará.

Publicado en Literatura Boliviana en 1982. Fernando Diez de Medina

Otra

Se puede decir que Roberto Prudencio ha tenido tres marcadas etapas en su pensamiento filosófico. Este se inició en base a los pensadores alemanes, Goethe, Nietzsche y Schopenhauer. Posteriormente, por influencias de Keyserling, se inclinó por los valores vernaculares del ande boliviano. Es esta segunda etapa escribe el ensayo “Sentido y Proyección del Kollasuyo”. Finalmente su pensamiento estuvo determinado por la filosofía existencialista, principalmente de Kierkegaard, Bergson, Sartre, Jaspers, Marcel y Zubiri. En base a estos filósofos, dictó sus principales cursos universitarios tanto en Chile como en Bolivia.
Comentando la primera etapa de su pensamiento, el intelectual boliviano, don Hugo Felipe Mancilla, dice:” El fundamento filosófico de Prudencio es el intuismo, que él contrapuso explícitamente a los esfuerzos racionales sistemáticos. El conocimiento ganado por la pura intuición representa, para Prudencio, un valor inmanente que perdura a través de todas las mutaciones conceptuales y revoluciones ideológicas”, este “hálito cósmico” es el que traduce los principios de la ideología de su época en lenguaje cósmico. De ahí su dificultad para entenderlo de ahí también su insondable profundidad”.
Respecto a la segunda etapa, la referida al sentido vernacular, el pensador, don Guillermo Francovich, ha escrito lo que sigue:
“Comienza Prudencio afirmando que el concepto de la universalidad de la cultura es un producto del racionalismo. Abstracto. A ese racionalismo opone el hecho de que la cultura “no es sino la expresión formal de lo telúrico”. No hay por lo tanto cultura universal sino culturas regionales. “Cada región del mundo plasma sus propias formas, cada paisaje suministra sus propias expresiones”. El paisaje modela el alma y determina el carácter del hombre. En el paisaje duermen los elementos de todo el arte, de toda cultura, que el espíritu no hace más que despertar. Con esos antecedentes, Prudencio pregunta cuál es el alma del paisaje andino boliviano. Ese paisaje está formado por la montaña y el altiplano. “La montaña es un límite puesto al horizonte, es el cerco gigantesco que ha levantado la propia tierra en su anhelo de encerrarse en sí misma” “El altiplano es lo presente, es la extensión desnuda de esa atmósfera que envuelve las cosas y que les quita su perfil definido”.
“A ese paisaje corresponde el alma del kolla, su habitante. “El Kolla es dominador y vigilante. Sabe captar en una intuición inmediata de esencia de las cosas”. “El Kolla conoce el secreto de la concreción: es sobrio y mesurado”. Pero esta influencia del paisaje no se limita a actuar sobre el espíritu de los individuos, sino que se hace sentir también en las colectividades, creando unidades de carácter político. En esto Prudencio sigue las ideas de Jaime Mendoza: “El paisaje anima primero la cultura que tiene como centro la “ciudad pétrea” de Tiahuanacu, plasmación de las propias energías telúricas. Despuès, el Kollasuyo es dentro del imperio incaico una unidad política compacta y homogénea. Cuando llegan los españoles es sobre esa unidad que fundan la Gobernación de Nueva Toledo y despuès la Real Audiencia de Charcas. Y viene la República y con ella el Kollasuyo, tomando el nombre de Bolivia, cobra una nueva faz”.
“Durante la República según Prudencio se ha pedido el contacto entre el hombre y la tierra, la nacionalidad vive sujeta a influencias extranjeras. Ninguna de las manifestaciones del espíritu boliviano corresponde a las poderosas energías telúricas de la montaña andina. De ahí el languidecimiento de la vida nacional que para recobrar su fuerza tiene que arraigar nuevamente en la tierra. Termina Prudencio su estudio, diciendo: “El nuevo kolla que ha de ser el criollo y el mestizo indianizado, tiene que cumplir su fin histórico que es el de forjar un nuevo ciclo cultural. Esta cultura, al inspirarse en las formas permanentes de la tierra, tendrá sus raíces en el milenario Tiahuanacu, que perdura así través de una nueva humanidad, la que sabrá arrancar al paisaje un nuevo sentido”.
Sobre su etapa existencialista, en su deseo de hacer conocer este pensamiento en Bolivia, dijo Prudencio:
“Poca vigencia han tenido y aun tienen hoy las doctrinas existencialistas en nuestro país, a pesar de que la actitud que asumimos ante el mundo, nuestra inseguridad, nuestra inquietud, nuestro desasosiego, no sean sino una consecuencia de esa atmósfera espiritual que tan cumplidamente ha sido expresado y analizada por estas concepciones. El existencialismo, en efecto, no es únicamente una corriente filosófica, sino todo un movimiento espiritual, diríamos toda una sensibilidad histórica que corresponde al estado de alma de nuestra época. El mundo en que nos ha tocado vivir es fruto de dos guerras mundiales, del descubrimiento de la energía atómica, y del anhelo y logro del dominio del espacio. Por eso el hombre actual tiene una inquietud más profunda, mayor capacidad de esperanza y desesperación, y mayor necesidad de trascendencia que la de los dulces y románticos días de la “belle epoque”.
“El hombre de hoy mira más hondo en si mismo, en el mundo y en Dios. Aun los que se declaran ateos, como Sartre y Merleau —Ponty tiene a Dios en su horizonte y se sienten atormentados por él, como se sentía atormentado Nietzsche en el pasado siglo. Porque Dios no es, para el pensador de hoy, únicamente la buena providencia, sino el ser numinoso y trascendente que asusta y paraliza. El mundo no es ya tampoco la pródiga naturaleza de los rousseaunianos, sino un ser pétreo y mudo , cuya contingencia causa náusea. Y el hombre mismo no es únicamente espíritu e inteligencia vigilante, sino ante todo angustia, cuidado y ambigüedad. Por eso hoy nos aproximamos más a la visión del Ser y de la Nada. Y hoy como nunca descubrimos en nosotros a ese animal metafísico que llevamos dentro. Por eso quizás nunca como ahora se le ha hecho al hombre más presente su ser para la muerte, su temporalidad, su libertad, su ambigüedad, su angustia y su anhelo de trascendencia. Y estas categorías se han convertido, como era de esperarlos, en los grande temas de su expresión filosófica, literaria y artística”.
Paralelamente a al cátedra universitaria ya su incursión, Roberto Prudencio fue fundador de la revista de estudios bolivianos “Kollasuyo”, cuyo primer número se registró en 1939 y el último el 88 en 1975, que fue dedicado íntegramente al problema marítimo.
En lo relativo a la revista “Kollasuyo”, el ilustre escritor, don Fernando Diez de Medina, expresa lo siguiente: “Pero Kollasuyo merece mención especial. De las publicaciones de cultura, es la mejor que tenemos” ¿ Quién no pasó por las páginas de “Kollasuyo”? Es un catálogo selecto de intelectualidad. En ellas y durante cuarenta años, Roberto Prudencio exhibió sus dotes de filósofo, de ensayista, de crítico de artes. Revalorizó el pasado, polemizó el presente, presentó valores jóvenes. Entre sus trabajos sobresalientes figuran sus agudos análisis sobre el sentido de la Colonia, la pintura indohispana, el mestizaje com fuerza psicológica, la proyección irradiante del kollasuyo, la irreligiosidad del pensamiento moderno, la estilística del Arzobispo Moxó, la génesis de las ideas políticas en Bolivia y muchos otros ensayos que la memoria no retuvo”.
Se dice de Roberto Prudencio que fue un escritor sin libros, debido a que en vida nunca quiso publicarlas sus obras. Por ello, a su muerte, la Alcandía Municipal de La Paz editó su primer libro: “Bolivar y la Fundación de Bolivia”.Posteriormente, la fundación Manuel Vicente Ballivián” publicó ”Ensayos Literarios”.
Años después, en 1990, salieron a luz: “Ensayos Históricos” y “Ensayos Filosóficos y de Arte”.
Este hombre fuera de serie, aunque no lo parecía, amaba la vida. No dejaba de observar cada detalle del mundo que nos rodea. Le gustaba conversar sobre todos los aspectos de la cultura o de temas de la actualidad. En resumen fue un eminente pensador, un destacado orador, pero sobre todo un verdadero analista del ser humano.

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