Luis Fernando Guachalla

Críticas

El autor de este ensayo sobre los Incas, Luis Fernando Guachalla, ha publicado, en años recientes, tres libros que tratan temas históricos. Son ellos: MISION EN EL PARAGUAY que él desempeño antes de la guerra del Chaco; LA CUESTION PORTUARIA Y LAS NEGOCIACIONES DE 1950 que culminaron en el cambio de notas Ostria-Walker; JAYUCUBAS comentarios y crónicas del conflicto armado del sudeste. El autor guarda inéditos todavía otros tres libros: LA DEMOCRACIA PUESTA A PRUEBA (1943-1947) LOS AÑOS DE INCERTIDUMBRE (1949-1951); PAPELES DEL EXILIO (1952-1964). Toda esta obra reviste la forma de memorias, lo cual influye en el aspecto profundamente humano que domina en todos los trabajos de Guachalla.

El autor, de larga carrera en Relaciones Exteriores, ha sido Encargado de Negocios en Chile; Ministro en Asunción del.. Paraguay; Embajador en Washington, Ministro de Relaciones Exteriores en 1936, 1947 y 1949. Candidato a la Presidencia de la República en enero de 1947, perdió la elección por 279 votos. Tuvo por compañero de lista al ilustre escritor Guillermo

Francovich.

Publicado en 1980, Libro: El Imperio de los Cuatro Suyos.

Luis Fernando Guachalla

Por Alberto Crespo Rodas

Misión en el Paraguay

Entre los rasgos de la personalidad de Luis Guachalla estuvieron su temprana madurez, su precoz. aptitud para formar juicios equilibrados, su serenidad para afrontar situaciones de conflicto. Fueron sin duda las aptitudes que el presidente Hernando Siles Reyes apreció en él para encomendarle en 1929 la representación diplomática de Bolivia en el Paraguay, en un momento en que las relaciones entre ambos países habían entrado en una etapa cercana a la agresividad. Hacía poco menos de un año que las tropas paraguayas tomaron el fortín boliviano «Vanguardia», hecho que originó drásticas represalias bolivianas.

Después de haber ejercido la Encargaduría de negocios de Bolivia en Chile, Guachalla se constituyó en Asunción en calidad de Ministro Plenipotenciario. Tenía 30 años.

Desde su primera entrevista con el canciller Jerónimo Zubizarreta, se empeñó en despejar el «imperialismo» y la «hostilidad hacia todo lo paraguayo» que se atribuía al recién elegido presidente Daniel Salamanca. Los paraguayos no olvidaban que el nuevo presidente era enemigo de cualquier concesión y que un día, ante una multitud enardecida había pronunciado las frases apocalípticas: «Así como los hombres que han pecado deben someterse a la prueba del fuego para salvar sus almas en la vida eterna, así los países que, como el nuestro, han cometido errores de política interna y externa, debemos someternos a la prueba del fuego que no puede ser otra que el conflicto con el Paraguay».

Aunque carecía de instrucciones de la Cancillería, Guachalla consideró necesario, antes que nada, disipar, casi con urgencia, la impresión que esas y otras actitudes de Sala manca retenía el pueblo paraguayo, y estaba convencido de la necesidad de lograr un «desarme moral» entre los dos países, en medio de una controversia en la cual Bolivia exigía que las negociaciones tuvieran carácter «directo», mientras el Paraguay propendía que el pleito fuera tratado en el ámbito de una conferencia internacional con la participación de otros países, que interpusiesen sus «buenos oficios» Para Zubizarreta la vía del» arreglo directo» estaba condenada al fracaso.

En su libro Misión en el Paraguay, Guachalla escribe que «Entre Bolivia y Paraguay había llegado, pues, a establecerse una pugna cada vez más pronunciada sobre la vía que debía usarse para resolver el pleito. La legación en Asunción estaba desprovista de informaciones oficiales de su cancillería. «A mediados de mayo de 1931, Daniel Sánchez Bustamante dejó la cancillería, hecho que deploró Guachalla, porque con él se «habría evitado la ruptura (que se produjo meses después) pues nos habría escuchado».

En los dos países, los ánimos cívicos llegaban al belicismo. Unas declaraciones que según Bolivia «herían el honor nacional», hechas por Pablo Max Insfran, representante diplomático paraguayo en Washington, llevan las cosas a un nivel altamente crítico. La Cancillería boliviana pide al Paraguay las debidas satisfacciones con la amenaza de romper relaciones si éstas no son dadas. Guachalla al Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia: «Ruego serenidad y esperar sugestiones Gobierno amigos antes darme orden retiro».

PrecIaras personalidades paraguayas —conocedoras de estas negociaciones— han deplorado que ese incidente puramente diplomático hubiese ocasionado la ruptura y el abandono de Guachalla de la Legación de Bolivia. Entre las suposiciones que se hacen en la historia, lamentan que si Guachalla hubiera continuado al frente de la Legación en 1932, tal vez habría podido aplacar los ánimos, para impedir una guerra que iría a durar tres años. Tal era su criterio equilibrado para juzgar los acontecimientos, demostrado en 1931, cuando hizo todo lo posible por echar agua al fuego.

Aunque el gobierno paraguayo, se negó a dar aquellas satisfacciones, que la Cancillería boliviana exigía de manera imprudente, Guachalla envió un último despacho al Ministerio de Relaciones Exteriores de La Paz el día 1° de julio de 1931: «Creo de mi deber opinar respetuosamente no consumar ruptura…» El día 4, «Mi deber impóneme una vez más insinuar le no consumar ruptura que podría perjudicar a Bolivia en el ambiente de América» y propone se le autorice dejar la capital paraguaya encomendando la Legación a un Encargado de Negocios interino «por varios meses”l.

La respuesta de la Cancillería de La Paz es: «Debe usted salir con todo personal legación. Espere órdenes Baires”. Los dos países marchaban hacia la guerra.

 

Jayucubás

De una manera general, los escritos de Guachalla tienen carácter testimonial y se refieren a acontecimientos de importancia nacional. Es también el caso del libro Jayucubás (1978). Comentarios y crónicas de la guerra del Chaco, a la que asistió en diversas situaciones, la 1ª en enero de 1933, cuando todavía no había sido llamada su clase militar. O en julio de 1934, como Ministro de Guerra, en cuya calidad acompaña al presidente Salamanca en la penosa entrevista que tuvo lugar en Tarja con el General Peñaranda en septiembre de ese año. Dos meses más tarde, después de haber dejado Salamanca la presidencia, Guachalla regresa al Chaco, como simple soldado y se presenta al comando militar en Cuevo con una frazada al hombro.

En Jayucubás hay importantes dilucidaciones esclarecedoras de distintas incidencias, tales como el choque de las fuerzas bolivianas y paraguayas en Laguna Chuquisaca, que dio comienzo a la contienda armada o el permanente desentendimiento entre el gobierno de La Paz y el comando del Chaco.

Son páginas en las cuales el autor se coloca infaltablemente en un segundo plano, como un simple narrador. En una situación de enconos, emulaciones e inacabables cargos entre los directores de la guerra, su juicio no abandona ni por excepción el tono mesurado, con un vehemente deseo de acercarse a la verdad, sin el propósito de señalar «culpabilidades”, en las que tan empeñados estaban los gobernantes civiles y militares.

La prueba de la democracia.

En 1937, Guachalla fue designado embajador en Washington y durante su gestión se creó la Corporación Boliviana de Fomento y se firmó el acuerdo para la construcción de la carretera Cochabamba-Santa Cruz.

Al producirse el golpe de la logia militar RADEPA, 1943, deja la Embajada y sus amigos del Departamento de Estado le consiguen un puesto de trabajo en el organismo para refugiados de las Naciones Unidas en Londres, que es tachado categóricamente por el gobierno boliviano. Él deja el cargo sin protestas ni reproches.

Ante la división tajante que estableció el gobierno de Villarroel entre quienes le apoyaban y los demás, Guachalla buscó asilo en Santiago de Chile, donde, por gravitación propia, es la personalidad saliente de los exiliados. A ellos les escribe «Yo creo que el vicio de nuestra deficiente organización democrática es, precisamente, la impaciencia por llegar al poder y la irreal porfía de mantenerse arriba. No discurren los líderes nuestros en la necesidad de educar políticamente a las masas. Cada vez que la ocasión se presenta, los partidos de oposición asaltan el poder. Sin contar las veces que el Ejército mismo toma la iniciativa».

Para Guachalla, el adverso resultado de la guerra del Chaco había «quebrantado los resortes morales» del país y le dolía la incapacidad de la oposición de «unimos, ni aún en el infortunio del país». Sus compañeros de destierro le consideraban un «hombre débil» porque había tomado una posición exclusivamente «moral» para condenar el régimen. Tal vez nunca en el pasado el enfrentamiento entre el gobierno y la oposición había sido tan cruel, con todas las ventajas al lado del gobierno que tenía el garrote en las manos. Pero era deber de todos interrumpir «el círculo trágico» en que había vivido la nación, le escribe al presidente Villarroel. Era la voz «de quien nada apetece». El mal estaba en Bolivia en que «en Bolivia los hombres están antes que las instituciones». El condenaba cualquier acción revolucionaria.

A la caída del régimen, 1946, los Partidos de Izquierda Revolucionaria, Liberal y Social Democrático le proclaman candidato a la presidencia de la república. Entonces, sus palabras son: «La práctica de la democracia es una e indivisible. Es inoperante y termina por desnaturalizarla, cuando se intenta darle doble finalidad, ensalzando sus virtudes en el campo, de las relaciones externas, pero desvirtuándolas en el hecho, en la esfera interna o doméstica».

 

La democracia puesta a prueba define la posición verazmente democrática de su autor, en un país donde los hombres se disputan fieramente los girones del poder. Siempre tuvo presente el pensamiento de Clement Atlee: «La democracia no es solamente el dominio de la mayoría, sino el dominio de la mayoría con el debido respeto a los derechos de la minoría».

En todo caso, Guachalla era de la idea de que el Presidente que fuera elegido, cualquiera que fuese, debería constituirse en presidente de todos los bolivianos. Ninguna diatriba contra los adversarios de ayer.

El programa de gobierno se basaba en una profesión de fe democrática, un total respeto a las libertades, un repudio a cualquier forma de violencia, reconocimiento de los derechos de la oposición, mejoramiento de las condiciones de vida de la población. El juicio de los tiempos ha confirmado que Guachalla no tenía otra palabra que la de la verdad.

En las elecciones realizadas el 5 de enero de 1947, una diferencia de 279 votos daba el triunfo al candidato republicano Enrique Hertzog. Fue entonces que ante las incitaciones para proceder a una revisión de los resultados, Guachalla dijo: «Ni saber ganar, ni saber perder. Sólo saber servir». La verdad es que nunca había buscado nada en su vida y cuando el presidente Hertzog le invitó a colaborarle desde el Ministerio de Relaciones Exteriores, Guachalla no vaciló en aceptar, dando una prueba de que su prédica de conciliación era sincera.

Cuando, años más tarde, una fuerza política arrasaría con lo que restaba de esos propósitos, debió buscar nuevamente asilo en Chile. En esas horas de exilio redactó estas memorias y escribió un tratado sobre Los derechos del hombre, El imperio de los cuatro Suyos y Bolivia-Chile. 1975-1978.

Vivió sus últimos años como había vivido siempre, sin buscar nada, eso sÍ, con el pensamiento puesto en el mayor destino de la patria.

Publicado en 1999, Libro: La Democracia puesta a prueba.

One Reply to “Luis Fernando Guachalla”

  1. Guachalla, o grande Ministro de Bolívia em que depois 8 meses de discursão com o Barão de Rio Branco, cedeu o Acre ao Brasil, porém deixou no Rio de Janeiro, junto com Dr. Claudio Pinilla uma lição de Educação, lealdade e patriotismo, quando disse que à Bolívia não lhe interessava dinheiro e sim uma permuta de territórios. O Barão, apesar de grande conhecedor do Direito Internacional… Recebeu uma grande lição destes Ministros. A Bolívia teve e ainda tem grandes homens em sua sociedade. Nazareno Lima – Historiador do Acre